30 de julio de 2013
EtIoPiA
Kadar y Ahmed
Apenas lo vi, me enamoré.
Me enamoré de sus ojos rasgados, su mirada triste.
Los labios fruncidos al sorber la leche con la poca fuerza que le queda.
Me enamoré de su fuerza siendo tan chiquito y tan débil. De sus manitas de
dedos largos, aferrados a su billete de un birr como si en eso se le fuera
la vida.
Me enamoraron sus pequeños chillidos que denotan un carácter
indomable, aunque la debilidad lo consuma. Y su mamá tan mayor y tan amante,
que no lo deja ni un rato y viene a decirte que tose y tose sin parar, que
si podemos hacer algo.

Kadar tiene poco mas de un añito y se le está yendo la vida. Sufre
desnutrición severa, como tantos otros chicos en Etiopía y en el mundo. Su mamá se
vino desde muy lejos, caminando durante más de dos días desde la región de Fiiq, porque había oído que MSF trabajaba en el hospital. Quiere que salvemos a su hijo.
Ayer por la tarde me despedí de él en el hospital de Jijiga, a donde lo
trasladamos. Esperaba todavía una transfusión de sangre que necesita
desesperadamente pero que también pone su vida en riesgo. Jadeaba en lugar
de respirar pero seguía aferrado a su billete, mientras su mamá se aferraba
a él y él a la vida. Su tos era apenas audible y para nada eficaz. Sus
manitas le brillaban hinchadas por los edemas y sus costillas asomaban con
cada jadeo reclamando la vida.
La última noticia que tuve, esta tarde, es que finalmente lo estaban
transfundiendo y por el momento kadar dormía y toleraba bien el
procedimiento. No sé si mañana al llamar al hospital me dirán que está
allí y que está bien y que pronto nos lo enviarán de vuelta.
Con Kadar enviamos también al más diminuto de mis amigos, el Ahmed Mohamed.
A él también lo trajimos hace más de dos semanas de la brouse, de la
clínicA móvil en Dyar. Desde que lo internamos, a duras penas logró ganar 200gr, y
finalmente nos decidimos a enviarlo para que le hicieran más estudios en
Jijiga.
Allí confirmaron una hipertrofia de píloro que intervendrán si la
suerte nos acompaña el miércoles.
De mi Ahmed me enamoró su tamaño minúsculo
y su cara de viejo con el ceño fruncido y sus ojos enormes y su afán de
tragar leche que se resiste a quedarse en el estómago y tarde o temprano
vuelve a largar por donde entró.
De sus mamás me enamoró la valentía, porque muertas de miedo como estaban
viniendo del medio de la mismisima nada se animaron a venir a la gran ciudad
y se fiaron 100 por cien de nuestro consejo.
Me enamora verlas compartiendo una esterilla en el pasillo de un hospital lúgubre y desconocido, aferradas la una a la otra como si de amigas de una vida se tratara.
Me enamora el amor por sus hijos.
Parece sencillo. Uno necesita una transfusión, el otro una cirugía. Ambas
cosas no son accesibles en Degahbur, entonces decidimos enviarlos al
hospital de Jijiga... Menuda pesadilla. El sábado por la tarde me aparecí
por allí para ver si habían llegado ya nuestros pacientes, y entré en una
odisea que no se termina, de llamadas telefónicas, a médicos, cruz roja,
banco de sangre, idas y venidas del laboratorio a la pediatría, al director
médico del hospital, a todo quien se me cruzara y pareciera dispuesto a
ayudar. Todo para nada. Los chicos admitidos con un diagnóstico errado y un
tratamiento rayando lo asesino, ni un solo médico a la vista, el médico
'on call' me dice que no está 'on duty' y por lo tanto no puede
hacer nada. Le respondo que cuando se muera nuestro paciente lo llamaría para contárselo.
Minutos tarde ya de la hora obligatoria de curfew consigo tropezar con un
médico que resulta ser ginecólogo y obstetra, y aun no teniendo nada que
ver, le suplico, con lágrimas saltándose sin querer de mis ojos que hiciera
algo, o por lo menos intentara que los médicos y pediatras a cargo se
enteraran de para qué habíamos enviado a los chicos.
Me fui a casa habiendo logrado poquísimo más que nada. Al día siguiente volví temprano para encontrar la situación igual o mas desesperante que el día anterior.
Sobretodo porque las horas pasaban y se iban llevando la fuerza que quedaba
en el cuerpito pálido de kadar, y de Safia, otra mujer que necesitaba
también con desespero una transfusión (luego de parir a su 11avo hijo...)
A media mañana apareció el director del hospital y empecé a ver un poco la
luz, no sin antes pelearme por teléfono con el pediatra y discutir con
tantísimas personas más. Me fui al mediodía habiendo logrado que le hicieran
a Kadar los estudios correspondientes, que testearan la sangre del donante y
confirmaran que era compatible, y que el pediatra por teléfono me prometiera
dar la orden en seguida de empezar con la transfusión. Cuando volví por la
tarde esa orden todavía no había llegado. Al irme a la noche la enfermera de
turno me confirma que ella haría la transfusión en seguida, y sin embargo,
al llamar otra vez esta tarde (casi 24hs después, y camino a Degahbur luego
de nuestro programa en el campo de desplazados), la transfusión recién
comenzaba...
Pasar dos días en ese hospital, lidiando contra el sistema, contra la red de
teléfonos móviles y contra la desidia mas absoluta, han sido de las cosas
más heroicas que he hecho en mi vida. Por ahora logré la transfusión a
Kadar, una promesa de cirugía para mi abuelito en miniatura Mohamed, y
supuestamente la detección de posibles donantes para Safia esta noche, que
no sé si logrará pasar. Cuando la dejé ayer, estaba doblada en dos de
sufrimiento, no quería soltarme la mano y a mi se me partía el alma de
impotencia y de rabia. No sé si alguna de las cosas que logré serán
suficientes. Qué impotencia...
El enfermero de la pediatría casi se reía de mi, de mi insistencia y mi
tozudez. Me decía que la vida está en manos de Alá y que no se puede salvar
a todo el mundo. Supongo que se habrá inventado esta manera de pensar para
soportar la cantidad de chicos que perderán por día en el hospital. Yo no
estaba pidiendo milagros, solo lo que está en las humanas manos de los
médicos por intentar salvar la vida de estos tres. Puedo aceptar que
habiendo hecho todo lo posible se nos vayan. Lo que no puedo es resignarme a
perderlos porque es domingo o los médicos tienen una clínica privada que
atender, o no leyeron nuestra carta de referral o no hay electricidad para
trabajar en el laboratorio. No puedo. Se me va en ello vida y corazón y me
parece justo que así sea.
Aún así, claro que espero el milagro... Espero que Kadar vuelva y ya no me
digan que de tan blanco parece hijo mío. Y que mi viejito se ponga gordo y
vuelva a ser un bebe de pecho, que nunca debió dejar de ser. Y que los once
hijos de Safia tengan una mamá.
Pido que tengan todos la misma oportunidad de tratarse y salvar su vida.
Pido...